El papa Francisco describió hoy un mundo enfermo, no sólo por el virus, sino también en los procesos económicos y políticos, y que la pandemia ha agravado, durante su discurso al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede.
El mensaje de principios de año a los embajadores en el que se repasa el estado a nivel mundial, el pontífice argentino se concentró en las crisis sanitaria, económica, política y social que han derivado de la pandemia.
Con respecto a la crisis sanitaria, el papa afirmó que la pandemia ha recordado “el valor de la vida, de cada vida humana y de su dignidad”. Y entonces explicó que le duele “constatar que, con el pretexto de garantizar supuestos derechos subjetivos, un número cada vez mayor de legislaciones de todo el mundo parecen distanciarse del deber esencial de proteger la vida humana en todas sus etapas”.
Francisco realizó un llamamiento para que “se ofrezca a cada persona el cuidado y la asistencia que necesita” y que se favorezca “el acceso universal a la atención sanitaria básica”. Y llamó a los Estados a que “contribuyan activamente a las iniciativas internacionales destinadas a asegurar la distribución equitativa de las vacunas, no según criterios puramente económicos, sino teniendo en cuenta las necesidades de todos, en particular, las de las poblaciones menos favorecidas”.
Sobre la crisis económica, destacó que “ha puesto de relieve otra enfermedad que nos afecta actualmente: la de una economía basada en la explotación y el descarte tanto de las personas como de los recursos naturales” y criticó que a menudo “nos hemos olvidado de la solidaridad y los otros valores que permiten que la economía esté al servicio del desarrollo humano integral”.
Pidió entonces que la pandemia se convierta en un periodo para realizar una “nueva revolución copernicana” que ponga la economía al servicio del hombre y no al revés. Para Francisco, “se necesitan iniciativas conjuntas y compartidas, incluso a nivel internacional, especialmente para apoyar el empleo y proteger a los sectores más pobres de la población”.
Y al respecto considero significativo “el compromiso de la Unión Europea y de sus Estados miembros, que, a pesar de las dificultades, han podido demostrar que es posible trabajar con decisión para alcanzar compromisos satisfactorios en beneficio de todos los ciudadanos”, al citar la aprobación del programa Next Generation EU.
El cierre de fronteras “también ha acentuado diversas emergencias humanitarias, tanto en las zonas de conflicto como en las regiones afectadas por el cambio climático y la sequía, al igual que en los campos para refugiados y migrantes”, criticó el papa.
Asimismo, subrayó que, aún comprendiendo la lógica de las sanciones, la Santa Sede no ve su eficacia y espera su relajación, también para favorecer el flujo de ayudas humanitarias, sobre todo de medicamentos e instrumentos sanitarios, sumamente necesarios en este tiempo de pandemia. Y volvió a abogar por condonar, o por lo menos reducir, la deuda que recae sobre los países más pobres y que de hecho impide la recuperación y el pleno desarrollo.
Denunció que se haya incrementado del número de expulsiones ilegales, a menudo llevadas a cabo para impedir que los migrantes pidan asilo, violando el principio de no expulsión”.
“Muchos son interceptados y repatriados en campos de acogida y de detención, donde sufren torturas y violaciones de los derechos humanos, cuando no encuentran la muerte atravesando mares y otras fronteras naturales”, lamentó.
Citó en este contexto el área central del Sahel “donde, en menos de dos años, el número de los desplazados internos es veinte veces mayor”. Ante los embajadores de los 186 países con los que el Vaticano mantiene relaciones diplomáticas, Francisco denunció una crisis política “cuyos efectos lacerantes surgieron durante la pandemia” y “el crecimiento de los conflictos políticos y la dificultad, si no la incapacidad, para buscar soluciones comunes” Y afirmó que “el desarrollo de una conciencia democrática requiere que se superen los personalismos y prevalezca el respeto al Estado de derecho”.
Francisco expresó su confianza en que el 2021 sea el año en que se escriba finalmente la palabra fin al conflicto sirio y que se consiga la paz en Tierra Santa y la confianza recíproca entre israelíes y palestinos. También pidió la estabilidad del Líbano y en Libia, y ante la situación en Birmania, instó a liberar a los presos políticos y reanudar el camino hacia la democracia “bruscamente interrumpido”.
Francisco mostró su preocupación por las consecuencias de la pandemia en la educación y la definió una “catástrofe educativa, ante la que no podemos permanecer inertes, por el bien de las generaciones futuras y de la sociedad en su conjunto”.
También exhortó a las autoridades públicas y sociedad civil, “a ofrecer ayuda a las víctimas de la violencia en la familia” porque en estos momentos de crisis “sabemos que lamentablemente son las mujeres, a menudo junto con sus hijos, quienes pagan el precio más alto”.
Francisco concluyó asegurando que “la fraternidad es el verdadero remedio a la pandemia”.