Llegar a las Islas Marías puede resultar tan difícil como escapar de ellas durante los más de 100 años que funcionaron como una prisión. La idea del gobierno federal es convertirlas en un atractivo turístico que albergaría hasta 200 personas al día, una travesía que creará una nueva categoría en las agencias de viajes, que podría llamarse el turismo imposible.

Esto tomando en cuenta todos los detalles conocidos: uno de ellos, los trayectos en barcos grandes de la Marina pueden durar más de seis horas, desde Mazatlán, y en las islas nadie podría pasar la noche.

Este fin de semana, los marinos de la base naval de la isla no pudieron viajar a Mazatlán para ser relevados por el mal tiempo.

¿Qué pasará con los turistas cuando haya mal tiempo en altamar?

El presidente López Obrador y su comitiva cambiaron de aeronave de último momento, pasaron de una pequeña a una turbohélice de la Marina para viajar a las islas, porque el viento era muy fuerte en la antigua cárcel.

Aún así, fue un reto para los pilotos aterrizar y despegar en una pista corta que obliga a hacer movimientos de manual como el despegue estático que utilizaron para volar de regreso a tierra. Superado este trámite, ya no hay más que espectacularidad.

Caminar por un lugar donde no hay alrededor nada más que agua, es sobrecogedor. El viento sopla incansable y refresca el cuerpo aún cuando el sol está a plomo, la vista de la inmensidad desde cualquier punto obliga a una introspección hasta al más necio.

También se puede caminar por las calles recién remodeladas de Puerto Balleto, el centro social de la antigua cárcel, que es como el jardín principal de cualquier pueblito en México. Tiene su iglesia, la plaza, algunas bancas y sitios que serán aprovechados para hacer un tianguis de artesanías y otro de comida.

O bien conocer leyendas de sacerdotes que reformaron a los delincuentes más viles, al nivel de convertirse en sus mejores amigos y ser enterrados prácticamente uno junto al otro cuando murieron.

Caminar por el malecón, escuchar el mar, leer frente a él, visitar el museo donde se explicará la historia del lugar, que tuvo a figuras como el escritor José Revueltas quien se inspiró en su experiencia para escribir su novela Los muros de agua.

Cuando abra al público, una bodega blanca que está junto al muelle se convertirá en restaurante, y lo que alguna vez fue una biblioteca ahora es una gran palapa para los visitantes.

Es decir, actividades suficientes habrá para los turistas: caminar 350 metros de subida para llegar al Cristo del Cerro, andar en bicicleta, conocer la fauna del lugar, visitar el centro cultural, comer o solo sentarse a ver.

Será una experiencia prometedora en un lugar emblemático, raro, increíble, espectacular que está transitando de ser una cárcel a un parque de diversiones natural y sustentable. Llegado a este punto, el turista logró arribar a la isla, disfrutó de todo lo que ofrece en unas horas, y ahora queda enfrentar un reto más: el regreso a tierra firme.